Pandemia de gripe – La respuesta de salud pública
Margarita Viciola. Directora de Salud Pública. Gobierno Vasco
La Salud Pública , como ciencia y arte para organizar y dirigir los esfuerzos colectivos hacia la protección de la salud en una comunidad, se conoce desde hace algo más de un siglo. Sin embargo, desde comienzos de la historia de la humanidad, los pueblos han llevado a cabo actuaciones de tipo “preventivo y de control”.
Desde Hipócrates a nuestros días se han producido una serie de “pandemias”, como la peste bubónica, causante de 2 millones de muertos en la Edad Media. En el siglo XX se produjeron 3 pandemias de gripe, siendo la de 1918 la más importante, que se desarrolló entre 1918 y 1919 en 2 ondas epidémicas.
PANDEMIA DE 1918
La pandemia de 1918 irrumpe durante las etapas finales de la primera guerra mundial. Con un cuarto de la población de EEUU y un quinto de la población mundial infectada con la gripe, era imposible escaparse de la enfermedad. El mismo presidente Woodrow Wilson sufrió la gripe cuando negociaba el tratado crucial de Versalles para terminar la guerra mundial.
Los métodos más restrictivos de control de la infección decretados por las autoridades sanitarias fueron las cuarentenas y el aislamiento de los enfermos. Estas medidas requirieron un sacrificio de la libertad individual por el bien social.
Las condiciones creadas por la guerra propiciaron una respuesta relativamente tranquila de la población ante las medidas restrictivas que se impusieron. La gente tuvo en cuenta que las necesidades de la nación estaban por delante de sus necesidades personales, como durante la guerra, y por lo tanto se sometió de buen grado a medidas que restringían su libertad.
MEDIDAS PARA RESTRINGIR LOS MOVIMIENTOS
Tanto en EEUU como en Europa las autoridades sanitarias emprendieron unas medidas que recordaban las épocas medievales de la peste bubónica. Pretendían reducir la transmisión del patógeno previniendo el contacto. Al concluir que el patógeno se transmitía por el aire, sus esfuerzos se dirigieron a evitar que los infectados compartieran su aire con los no infectados.
Las reuniones públicas fueron consideradas como agente potencial para la transmisión de la enfermedad. Las autoridades sanitarias – Departamentos de Salud Pública – pensaron que la buena ventilación y el aire fresco eran “las mejores de todas las medidas generales para la prevención, lo cual implicaba la evitación de reuniones” (BMJ, 19/10/1918).
En consecuencia, el Comité de la Asociación Americana de Salud Pública (APHA) publicó un informe con medidas para limitar reuniones numerosas. Animaba también a hacer un escalamiento en las horas de apertura y cierre de los grandes almacenes y fábricas, para evitar aglomeraciones y para que “la gente camine a distintas horas para ir al trabajo” (JAMA, 21/12/1918).
En cambio, en Gran Bretaña estas regulaciones eran más suaves. Aquí se limitó a menos de 3 horas consecutivas el funcionamiento del teatro de variedades, dando un plazo de media hora para la ventilación entre las representaciones. (BMJ, 30/11/1918).
La medida de salud pública más discutida en los diarios del período era el cierre de las escuelas, tanto en Francia, como en Gran Bretaña, EEUU y Suiza. Este tema fue extensamente debatido en medios como JAMA, BMJ y por la APHA. El cierre de las escuelas y de otras instituciones públicas, como medida de salud pública para controlar la epidemia, no se aceptó de forma universal.
Los entierros, caracterizados por la escasez de ataúdes e incluso de enterradores, fueron limitados a una duración de 15 minutos.
Incluso en algunas ciudades se requerían certificados para entrar en los almacenes o en los ferrocarriles y se multaba a quien no hacía caso de las ordenanzas.
MEDIDAS DE HIGIENE
Las APHA publicó un informe recomendando las medidas apropiadas para prevenir la extensión y reducir la severidad de la epidemia. Las Agencias de Salud Pública señalaron la importancia de formar a la población sobre el lavado de manos antes de comer y sobre la importancia de la higiene general (JAMA, 21/12/1918). Estas medidas preventivas fueron llevadas a cabo en los hospitales, creándose salas especiales para los pacientes de gripe. El número de camas por sala se redujo para disminuir la transmisión de la enfermedad. Se colgaron cortinas entre las camas para proporcionar un cubículo para cada paciente.
Uno de los aspectos clave de la prevención fue el uso de métodos de desinfección y esterilización. Así, se aprovecharon los métodos de Lister y otros. Se aplicaba una solución desinfectante débil para lavar los bajos de las ambulancias (BMJ, 23/11/1918), y en el hospital se vaciaban las bacinillas del esputo y se desinfectaban dos veces al día, mientras que las secreciones nasales se recogían en servilletas de papel. Un informe francés también sugirió que el personal de las salas de gripe debía usar las batas dentro de la sala y quitárselas al irse (BMJ, 2/11/1918).
La mascarilla fue otro método de prevención. En EEUU su uso se aceptó ampliamente por el personal sanitario de los hospitales. En San Francisco se promulgó una ordenanza sobre el uso de mascarillas de tela para la población.
Los médicos sostenían que puesto que la enfermedad era transmitida a través del tracto respiratorio superior, tenía sentido la desinfección de la nariz y la boca para prevenir la infección. Se empleó el ácido fénico, quinina, polvo de ácido bórico y de bicarbonato sódico.
OTRAS MEDIDAS
La APHA sugirió otras formas de aumentar la resistencia natural a la enfemedad. Indicó que la buena alimentación y la bebida eran deseables, y que la frialdad y el sobreesfuerzo “tienen consecuencias malvadas” (BMJ, 16/11/1918).
El comité de la APHA difundió que la mejor manera de prevenir la infección era el uso de vacunas: “Las vacunas en desarrollo actuales deben probarse y aplicarse si son útiles para prevenir la infección”. El comité sugirió el uso de las vacunas experimentales en las personas susceptibles, con controles y bajo la metodología científica apropiada. Sin embargo, reconocieron que la causa de la gripe era desconocida y por lo tanto una vacuna eficaz no tenía ninguna “base científica” (JAMA, 21/12/1918).
En nuestros días la Salud Pública que, desde los años 40 en el siglo pasado había casi desaparecido confiando en la capacidad de acciones terapéuticas como los antibióticos, vuelve a necesitar de intervenciones poblacionales y reinventa las acciones de prevención y control.
“Mientras que la ciencia y la medicina frente a la gripe han avanzado considerablemente, nuestra habilidad para desarrollar respuestas de Salud Pública efectivas es menor” Nature, 26 mayo 2005. Comentario editorial.
Actualmente, y centrándonos en la preparación ante una hipotética pandemia de gripe, nuestro ordenamiento jurídico prevé instrumentos para prevenir la extensión de un agente infeccioso en aras a la protección sanitaria de la población. Sin embargo, se ha de establecer un equilibrio entre la implementación de las necesarias medidas precautorias y la existencia de una serie de valores éticos – la libertad individual, la intimidad, la confianza y la solidaridad – que han de respetarse y ser transmitidos a la población manteniendo una transparente política de información y comunicación.